-No, no digas nada, yo hablaré. ¿Me has echado de menos? Porque yo a ti mucho. Eres un verdadero tirano ¿sabes?. Me cuesta estar enfadada contigo, pero esta te la guardo. No te hagas ilusiones. Me gustaría hablar pasando del juego por una vez... ¿Te gusta mi vestido? Se lo he cogido a mi hermana. Tenía otro rojo, tipo bomba nuclear o algo así... Debí ponerme ese... Lo sé. He debido pasarme al menos tres horas frente al espejo. ¡Pero ha merecido la pena, estoy guapa! Y espero gustarte si no te meto un tortazo. ¡Espera! ¿Por dónde iba?...¡Ah sí! El problema es que si me dijeras me encantas no me lo creería. Ya no sé cuando es un juego y cuando es verdad. Estoy perdida. ¡Espera, espera! No he terminado.. Dime que me quieres. Dímelo porque yo jamás me atreveré a decírtelo primero. Me daría miedo que pensaras que es juego. Sálvame, te lo suplico.
-¿Entonces qué? ¿Me odias?
-A ti no, pero odio cómo te cae el pelo en la cara, y odio cómo bajas la voz cuando te pones muy serio, y odio cómo te muerdes el labio cuando estás nervioso, y cuando tus cejas hacen así, eso odio.
-¿Es eso? ¿Odias mi modo de andar, de hablar y mi aspecto?
-Odio
como me hablas y también tu aspecto, no soporto que lleves mi coche
ni que me mires así. Aborrezco esas botas que llevas y que leas mi
pensamiento. Me repugna tanto lo que siento que hasta me salen las
rimas. Odio, odio que me mientas, y que tengas razón. Odio que
alegres mi corazón. Pero aún más que me hagas llorar. Odio no
tenerte cerca y que no me hayas llamado. Pero sobre todo odio no
poder odiarte, porque no te odio, ni siquiera un poco. Nada en
absoluto.
Quiéreme si te atreves.
No hay comentarios:
Publicar un comentario